RAMIRO, MI AMIGO. Lo conocí, no personalmente, sino por referencias, allá por 1961; las primeras me las dio Gastón Requena Costas, que oficiaba ocasionalmente como profesor suplente de la cátedra de Filosofía en el colegio Teodomiro Beltrán cuando Armando Rocabado que era el titular se ausentaba; yo le había pedido a Gastón que buscara entre sus alumnos de último curso dos que “supieran escribir” para que me sirvieran de apoyo en uno de mis numerosos proyectos periodísticos, pergeñados mentalmente y casi nunca realizados; Gastón me habló , entonces, de Gustavo Giácoman y de Ramiro Barrenechea. Más o menos por aquellos mismos días, Robertito Arze puso en mi conocimiento la existencia de un joven escritor comunista que había editado ya su primer libro de poemas, “La Roja Espiga”, y que tenía las condiciones para llegar a ser un intelectual de peso.
RAMIRO, MI AMIGO. Se había ausentado de Cochabamba para trabajar en zonas agrestes atendidas por el Servicio Nacional de la Malaria; a su regreso, incorporado como militante activo de la Juventud Comunista de Bolivia, fue elegido miembro de su Comité Regional. Mientras tanto, yo, que había quedado a cargo de la impresión del material de agitación del Partido, necesitaba, por mi natural inutilidad para la mecánica, alguien que me ayudara en la tarea; para tal labor lo recluté y nos pusimos a trabajar primeramente en la casa de la suegra de Enrique Lizárraga y después, en función de dar mayor seguridad a nuestra labor clandestina, nos trasladamos a la oficina que, dentro del predio universitario, tenía el Servicio Meteorológico Nacional, local del que podía disponer libremente Milton Ballón. Calculo que fueron unos dos años los que funcionamos en ese local, todo bajo mi dirección; el trabajo lo realizábamos en horas de la noche, que yo, noctámbulo por naturaleza, aguantaba perfectamente, lo que no sucedía con mi equipo de trabajo, al que había que alentar cantando algunos himnos, fuera de los comunistas, aquél que aprendimos en las aulas colegiales “ trabajemos, trabajemos , / no haya tregua en la labor, /… luz a la mente y a la mano acción”. Lo hacíamos con entusiasmo y, cuando al amanecer habíamos terminado con la tarea sentíamos la satisfacción de la tarea cumplida. También prestaban su concurso a ello, Milton Ballón, Tito Terrazas, Casimiro Arévalo, Carlos Soria Galvarro, César Soria.
RAMIRO, MI AMIGO. En el rincón de mis recuerdos está también nuestra incursión dominical grupal a las chicharronerías de la avenida Simón López. Íbamos allí capitaneados por Roberto Arnez, entonando a la ida “La Marsellesa” y al retorno “Bandera Rossa”.
RAMIRO, MI AMIGO. Nos tocó compartir las tareas eleccionarias de los comicios generales de 1966, aquellos en que bajo la sigla de Frente de Liberación Nacional, el partido llevó la fórmula Felipe Íñiguez – Mario Miranda. Se nos indicó que la organización atravesaba por una profunda crisis económica que tendríamos que ajustarnos a tal situación; Ramiro y yo comprendimos (hoy me doy cuenta de nuestra ridícula ingenuidad), y durante varios días tuvimos que reducir nuestra alimentación a una mandarina que compartíamos.
RAMIRO, MI AMIGO. Ya anteriormente, en Cochabamba habíamos matizado nuestra actividad política con sesiones sexuales con prostitutas. En La Paz, libres ya de nuestras respectivas mordazas familiares, nuestra actividad puteril (valga el término) se intensificó. Nos hicimos clientes, permanentes, del Zepelín, prostíbulo regentado por una hermosa hetaira a la que habíamos conocido en Cochabamba en La Perla. En el Zepelín nos hicimos amantes de dos internas que eran primas entre sí, Julia y Mariana; la primera tenía serios problemas con su anterior compañero y Ramiro,para hacer frente a la situación, dormía con el revólver debajo de la almohada.
RAMIRO, MI AMIGO. Por aquella misma época, fuimos atacados por el amor. Tuve que presentarle mi hombro y él me presentó el suyo cuando las lágrimas se hicieron inatajables y copiosas ocasionadas por sentimientos no correspondidos.
RAMIRO, MI AMIGO. Quizás lo más relevante de su personalidad haya sido la rebeldía que enarboló, cuando se dio el caso, ante sus jefes partidarios. No se puede olvidar su viril postura, relatada después en un poema, ante Jorge Kolle Cueto, insigne traidor:
“QUIERO EXPLICAR AL MUNDO POR MI MUERTE POR MI SENCILLA MUERTE DE PÁJARO DE VUELO CERCENADO. ……………………………. QUISE DECIR TAN SÓLO QUE ESTOY MUERTO MAS NO DE HABER ANDADO LAS PIEDRAS DE MI RUTA NO CON LA BALA AL PECHO -DISPARADA EN LOS CUARTELES SINO EN LA MANO PÉTREA DEL FALSO AMIGO DEL CAPATAZ GOMÉTRICO, INSENSIBLE QUE QUISO HERRAR EL PECHO Y DISECAR FUSILES EN UN TEXTO PARA LOGRAR, AMIGOS, CUADRICULAR EL CORAZÓN A SALIVAZOS. ESA ES LA HISTORIA. MI CORAZÓN NO PUDO CON LA MIERDA SE REBELÓ CON TODOS LOS COSTADOS Y SE MURIÓ CON SU UNIVERSO DE CANCIONES”.
RAMIRO, MI AMIGO. Lo fue y dejó en mí dolorosas añoranzas. La vida, paulatinamente, de manera casi insensible, lo moldeó diferente. Su esposa asegura que fue víctima de un maleficio; yo no creo en brujas, pero que las hay, las hay.
Santa Cruz 20/XI/2021