Entre la poesía y la política, una metáfora de plenitud y heroísmo

¿Dónde llegará esta carta, ahora que mi ajayu ha quedado viudo de ti? – enlace a la respuesta de Ramiro, al texto de Margitta Nygard

La poesía es un modo de existir, la política también, No son un oficio cualquiera, una forma de ganarse la vida, sino de ganar a la vida a todos los seres humanos. En ambas instancias hay que consumar la osadía de conquistar la felicidad para todos que no es
sino la culminación de la esencia humana.

Cuando la poesía sea el lenguaje natural de los seres humanos y la política la herramienta que les permita satisfacer todas sus necesidades, no sólo las materiales y biológicas, sino también las del espíritu, habremos logrado un mundo de seres libres e
iguales, sin ninguna forma de alienación posible.

Sin contradecir las definiciones filosóficas y científicas, tal es mi concepción de la sociedad comunista, mi aspiración suprema.

Esa es la Revolución que proclamamos, la que merece que dediquemos nuestras vidas con pasión y sin descanso. Esa es la dimensión humana por excelencia.

Pero hay que estar atentos y preparados. No todos piensan igual.

Quien vive del trabajo ajeno, quien se encumbra sobre las espaldas de sus semejantes, jamás permitirá que sus privilegios sean suprimidos.

La sociedad está dividida en fracciones antagónicas: Opresores, explotadores, por un lado, dueños de la riqueza y de la fuerza y, por otro, productores cuyo trabajo es la fuente de todos los valores, pero que no disponen del poder y son privados de los frutos
sociales de su esfuerzo.

Esa es la causa de las guerras, de las masacres.

Por eso es que debemos organizar la conciencia y la fuerza, para enfrentar la guerra entre los dos extremos de la historia.

Tal es la suprema realización de la poesía en la política.

Así discurría un hombre, caminando por el Prado (Avenida 16 de Julio) de la ciudad de La Paz, sede del gobierno de Bolivia, transmitiendo ese mensaje al grupo de hombres y mujeres que rodeaban al barbado caminante.

O nos resignamos a agachar la cabeza e intentar hallar algún resquicio para devorar las migajas que nos lancen los de arriba o nos alzamos enarbolando nuestra dignidad humana y ponemos de pie las cosas, aunque para ello debamos derramar nuestra
sangre, porque los amos son crueles y defenderán, como fieras, la injusticia sobre la que se han empinado.

Yo salía de las oficinas de la FSTMB (sindicatos mineros). Dos pequeñas habitaciones en ruinas, en el fondo de una estancia que antes fuera el edificio de los mineros y de la COB, ahora un cráter enorme, testimoniando la barbarie con que procediera el dictador García Meza, quien ordenó la demolición de la casa de los obreros, con la esperanza de enterrar su rebeldía y su lucha.

Me llamó la atención el grupo de personas que, a paso vivo, se dirigía hacia el sur.

Puse en funcionamiento mi grabadora a batería y capté el discurso que antecede, pronunciado, en plena marcha, por un joven, ante la atenta audiencia que apuraba el paso para no quedar rezagada.

Al finalizar el Prado, ante un intrincado cruce de vehículos, se detuvo el cortejo, permitiéndome interrumpir al conductor que me miró fijamente y abriendo los brazos, me dijo: camarada Margarita, qué alegría volver a verte, mucho más aquí en mi tierra, entre mi gente.

Se despidió de sus acompañantes, diciéndoles: mañana nos vemos, pero vayan más temprano, antes de las siete, cuando no hay gente todavía.

No me costó mucho reconocer al estudiante que conocí en Budapest, cuando asistíamos a un encuentro de la Federación Mundial de la Juventud Democrática.

Se agolparon en mí distintas emociones.

Mi actividad me había permitido relacionarme con jóvenes de todas partes del mundo. Vietnam, Laos, Camboya, Simbawe, Congo, Angola, Mozambique, Guinea Bisau, Cuba y recientemente Chile, que generaban la atención en todos los encuentros internacionales. Conocíamos su historia, sus héroes, sus canciones, todo.

Pero de Bolivia, apenas habíamos sabido que existía, cuando se anunció que el Che Guevara estaría comandando un frente guerrillero en ese confín del mundo.

Doble fue mi sorpresa cuando, habiendo arribado a la capital de Hungría, un día antes del inicio de la Asamblea, pudimos participar en un gran sarao de despedida a la delegación del KOMSOMOL (Juventudes comunistas) de la URSS. Era un contingente de 600 muchachas que habían sido premiadas con ese viaje que terminaba, por sus méritos como constructoras de la nueva sociedad.

Cuando se pronunció el brindis de agradecimiento por las atenciones recibidas, la traductora transfería al húngaro las palabras vertidas en español, no en ruso y no de una muchacha, como era lógico, sino de un jovencito.

Era el mismo al que ahora encontré en el Prado de La Paz, muchos años después. Ramiro Barrenechea Zambrana, junto a Heliodoro Alvarado, estaban alojados en el Hotel de la Juventud. Habían llegado una semana antes y tuvieron que ser acogidos por la delegación del KOMSOMOL que ocupaba todas las habitaciones, ya que la Asamblea de la FMJD se realizaría después. El calendario era preciso, pero estos jóvenes, contrariando la tradición latinoamericana, o tal vez confirmándola, no llegaron atrasados, sino adelantados. Explicaron que las combinaciones aéreas no les habrían permitido llegar a tiempo si no lo hacían con una semana de anticipación.

Tanto compartieron la camaradería juvenil con las komsomolas, que éstas le delegaron a Ramiro hablar en su nombre al pronunciar el brindis aludido, fuera ya de las formalidades oficiales..

Sencillo, pero bien informado y formado, impresionó muy bien a los delegados con sus exposiciones, raras para quienes no esperaban tanto de un país casi desconocido.

Festivales de música, teatro y otras expresiones artísticas, por países, le daban un marco alegre y multicolor a la reunión de la FMJD. Cada región o país presentó sus mejores creaciones.

Cuando le tocó a Bolivia, estábamos seguros de que renunciarían a su turno en las tablas, pero no fue así. Los dos integrantes de la delegación deleitaron a los asistentes bailando danzas de su país, al son de su propia voz. Ramiro leyó varios poemas que conmovieron a quienes comprendían el español, que yo había estudiado con interés, después de que la Revolución cubana popularizara esa lengua, en mi país.

También participaron en los agasajos, por regiones, compartiendo relatos históricos y comidas locales.

Bolivia impresionó con un cocido de cerdo, hervido con especias y abundante chile que ellos llaman ají colorado, guarnecido de papas deshidratadas (chuño) y maíz (mote) que la madre de Heliodoro había escondido en la enorme valija de su hijo (incluido un pollo y arroz, cocidos, “que nos sirvió de alimento en una escala de fin de semana, no prevista, en Ámsterdam”, dirían entre carcajadas).

El fricasé, en tono afrancesado, que así se llamaba el manjar que prepararon, compitió, con ventaja, al gulasch con páprika de los descendientes de Atila.

Nosotros les contamos de la poesía noruega de Björnstjerne Björnson, Olav Duun, Jens Bjorngeboe, Turjei Vesaas, Meter Holm.y Arnulf Overland. Cuando, con orgullo, mencionamos a Heinrik Ibsen, Ramiro mostró ser conocedor de su obra y nos comentó, con pasión, el trasfondo revolucionario y feminista de Casa de Muñecas del gran dramaturgo, no sin despertar el asombro de todos nosotros. Si en Bolivia se conocía a Ibsen, era una gloria impresionante, mayor que el orgullo de nuestro premio Nobel de Literatura Sigfrid Undset, al que no conocían.

A su vez nos hicieron conocer a Jaimes Freire, Heliodoro Ayllón, Héctor Borda, Oscar Cerruto, Alcira Cardona, Luis Luksic,Jaime Canelas, Jorge Calvimontes, Oscar Alfaro y otros poetas bolivianos.

También aprendieron a preparar nuestro tradicional färikäl, al que apodaron: “puchero cochabambino” que, en lugar de carne de carnero lleva k ́awi (carne del pecho de la res) y eran expertos en lutefisk, pues sus mamás preparaban una comida de “Semana Santa” (pascua de resurrección, entre los católicos) con bacalao noruego deshidratado.

Este festín culinario era regado con el cristalino Tokai y el apasionante Bikavert (sangre de toro) , preciosos vinos húngaros.

Ramiro deleitó a los comensales, repitiendo deliciosos pasajes del libro Comiendo en Hungría, escrito por dos extraordinarios escritores latinoamericanos: Miguel Angel Asturias y Pablo Neruda.

Volviendo a La Paz. No pudimos conversar más, pues Ramiro apuraba el paso para no llegar con retraso a su clase en la Universidad pública, donde era profesor (“pero mi sueldo lo dono al Centro de Estudiantes”, me diría, para no cobrar dos veces, aunque en el Ministerio sólo recibía el equivalente al salario de un obrero calificado).

Me invitó a su oficina del Ministerio de Trabajo, para que almorzáramos juntos (un exquisito sándwich de chola), aprovechando al máximo su escaso tiempo.

Aunque en Noruega no existe el protocolo de las cortes europeas ni la solemnidad acartonada del poder, era, para mí, muy raro ver moverse a un Ministro, con tanta sencillez, por las calles, al contrario de muchos hombrecillos que hacen gala de su “importancia” y poderío, exhibiendo grotescos signos de miedo y vanidad.

La entrevista fue interesante y premonitoria. Me entregó, además, un folleto impreso apresuradamente, bajo el título: “El poder a las masas o sin masas ni poder”, que reproducía un discurso que como Diputado había pronunciado, denunciando la conspiración conservadora contra la Unidad Democrática y Popular de Bolivia, pero criticando también las vacilaciones de su gobierno.

Se publicó fragmentariamente en alguna prensa izquierdista de Europa.

En esa oportunidad conocí Ordalía Inconclusa y quedé impresionada por la fuerza poética que la convertía en un cantar de gesta, en hito histórico de la lucha revolucionaria no sólo de Bolivia. Con música de Marco Antonio García, se convirtió en una cantata que recorrió el mundo (Un disco grabado en Ecuador y reproducido en la República Democrática Alemana). Modestamente firmada por Arsenio Maita (nombre de guerra del dirigente comunista) fue conocida en el ámbito artístico, como la cantata de la resistencia cuyo autor era Rafael Oriana (seudónimo literario de Ramiro, con el que fundó y presidió la Unión de Trabajadores del Arte y la Cultura, instrumento de lucha de los artistas bolivianos contra la dictadura). Uno de los críticos más importantes de Bolivia, el novelista Adolfo Cáceres (al que conocí cuando él ejercía la Jefatura de la Facultad de Letras de la Universidad de Cochabamba), compararía los versos de Ramiro con las “mejores odas de Neruda”, celebrando la fuerza y originalidad de las imágenes que se convertían en armas de combate.

A su calidad literaria, que no es poca, se suma algo inimitable: la autenticidad entre el decir y el hacer, como lo destaca Nicole, corresponsal de France Press para el Cono Sur de América Latina, quien había visitado Bolivia, antes del Golpe de Estado y después de él. Le fue muy difícil identificar al poeta que había conocido en Chile con los exiliados de la COB y los partidos de izquierda, pues se encontraba camuflado en una apariencia que lo hacía irreconocible, como ocurría con los pocos dirigentes que, como él, habían abandonado el regazo de la patria de Allende, para reingresar de incógnitos, a la lucha en su país, Me dijo, muy conmovida, que una noche en un refugio secreto, con los dirigentes clandestinos de la resistencia (en pleno Barrio Militar de La Paz), lo escuchó hablar vivamente y con optimismo de la próxima victoria de su pueblo. Enfundado en su “sacón surcido” (un tweed gris muy gastado), con sus “zapatos rotos”, desbarbado, con el pelo recortado, usando “gafas ridículas”, despreciando a la minoría en el poder que se proclamaba ser la mayoría (retratado con precisión en la Ordalía). Anónimo, como todos los verdaderos luchadores, estaba convencido, no obstante, de que “volvería a ser cuando madure el aire”, es decir que su poesía no era sino munición para las armas de la resistencia. Las mencionadas no eran metáforas, eran las alas eternas de un cantar de gesta.

Nicole me contó que hacía poco ella le había realizado una entrevista, en Lima, cuando él volvía de una reunión de ministros en Quito. Estuvo con él todo un día y pudo disfrutar de su sencillez y profunda pasión por la lucha revolucionaria, como en los tiempos de la guerra clandestina, aunque decepcionado y preocupado por las vacilaciones de su gobierno.

Me enorgullecí de ser su camarada, al constatar que Nicole, integrante de una corriente radical de izquierda anticomunista, muy en boga entonces, hablara con entusiasmo y destilando gran admiración de este comunista “revolucionario y consecuente”.

Pude conocer casi toda su poesía. Muchos de sus escritos fueron sometidos a autos de fe (casi toda la edición de La Roja espiga fue presa del fuego de la dictadura, junto con otras obras “subversivas”, secuestradas de la imprenta universitaria en Potosí), otros manuscritos quedaron en las prisiones. Inquisición que no sólo es atribuible a los enemigos del pueblo. Por eso es una “ordalía inconclusa”.

Barricada de sangre, publicada en 1962, reúne poemas escritos entre los 15 y 17 años. Es un manifiesto poético de compromiso con la lucha por la liberación de su pueblo. Llama la atención un poema dedicado a Patrice Lumumba (asesinado por los colonialistas), líder de la emancipación del antiguo Congo Belga que hoy se llama República Democrática del Congo, porque muestra la universalidad del horizonte revolucionario del poeta adolescente.

Eclipse del trigo y de la miel, es un extraordinario poema, cargado de imágenes poéticas de gran factura y profunda fuerza, escrito, como Ramiro diría, “en medio del fragor de la batalla”, en homenaje a los asesinados por el dictador García Meza, pudiendo el autor haber sido uno de ellos, ya que luchaba, en unidad con esos mártires de la resistencia, dirigiendo la actividad clandestina que derrotaría a la dictadura.

Y seremos millones Che, un extenso poema dedicado a Ernesto Che Guevara, es una especie de autobiografía poética, con alta calidad estética y política. Leído en La Higuera, Provincia Vallegrande (muy cerca de el Churo, lugar en que cayó preso Guevara, sin balas y con su fusil averiado), donde se alza el monumento al Guerrillero Heroico, justo en el sitio en que fuera asesinado. Contiene reflexiones muy profundas sobre la militancia y sobre el contenido de la revolución, en un lenguaje poético elevado y rico de imágenes originales.

Ramiro Barrenechea Zambrana era el poeta oficial del Partido Comunista y de su pueblo insurrecto, pero también escribía versos de amor con un profundo y delicado lirismo, con la misma fuerza y pasión que emociona a quienes se aproximan a su poesía.

Tú inacabable, es un precioso relicario que, según su autor, es la prueba de que el amor tiene también su territorio en las trincheras de la lucha. Además de los hermosos poemas a la amada, impresiona uno que alude a una experiencia durísima: la muerte, en embrión, de su primer hijo, por haber sido él, futuro padre, encarcelado cuando buscaba socorro médico para evitar que eso ocurriera.

No es una quejumbrosa alusión al “sacrificio” de los revolucionarios. No se victimiza, no cuenta sobre las torturas que sufrió ni sobre la persecución sañuda o de las varias veces que salvó la vida con entereza y destreza conspirativa. “Dolor de un solo hombre no es dolor que se proclame”, diría, reproduciendo un verso de Manoel de Andrade, amigo suyo y camarada, poeta brasileño que, como él, luchaba clandestinamente contra la dictadura, en su país, asesinado en las celdas de tortura.

Quizá otro “desliz” personal sea el poema la sombra íntima, que anuncia su muerte de proclama, impactado, para siempre, por la felonía de algunos dirigentes de su Partido, que calificaron la decisión de la Juventud Comunista de unirse a la Guerrilla del Ché Guevara, como “desesperación pequeñoburguesa” y “traición al Partido”. Pero ¡qué desliz! Pesa como condena sin indulto, contra quienes después disfrutaron, hasta hoy, de las celebraciones y reconocimientos por una lucha que jamás realizaron.

Este poema fue incluido en su libro La Roja Espiga, en el que la voz del combatiente se hace más dura y expresa y se pregunta ¿hasta cuándo?, aludiendo a las vacilaciones de la Dirección de su Partido cuando el Ché combatía en Bolivia, hasta ser asesinado. Uno de los poemas de este libro: Al Comandante de América es, según parece, el primer homenaje póstumo público en Bolivia, realizado en la Universidad de Cochabamba, por los estudiantes que rompieron el cerco del temor y la intimidación que los asesinos del Che desataron en todo el país.

Nos volveríamos a encontrar en Moscú, en la Unión de Escritores de la URSS, que le había invitado, como a Secretario General de la Sociedad Boliviana de Escritores, presidida por Néstor Taboada y por Alcira Cardona (Vicepresidenta).

Ya había roto con la Dirección conservadora de su Partido, a quienes derrotara en todos los terrenos el V Congreso, pero los vencedores políticos, ingenuamente, no percibieron que una estructura secreta, externa, poderosa económica y políticamente, sostendría a los vencidos como personeros oficiales de la entidad partidaria, para terminar “purgando” a los vencedores.

Era, a su juicio, muy extraño que le hubiesen invitado al país de los soviets, que fuera recibido por el Vicepresidente de Bielorusia y por la Unión de Escritores, con el protocolo respectivo, cuando quienes lo purgaron tenían la relación oficial con el Partido Comunista de la URSS.

Pero el antes celebrado dirigente juvenil y poeta, quien mereciera un extenso artículo biográfico en La Enciclopedia Soviética, ahora figura con una entrada escueta, que lo identifica como jefe del Partido Comunista V Congreso, en dos líneas.

Pese a las altas jerarquías que había obtenido en la política, en la cátedra, en la literatura, seguía siendo el mismo. Recuerdo cómo dejó confundidos a los miembros de Protocolo cuando, en Minsk, se separó del séquito que lo rodeaba y se introdujo en un pequeño Moskva de los acompañantes, rechazando el enorme Chaika negro que le esperaba para acudir a una cita con el Vicepresidente de Bielorusia.

Se dio tiempo para compartir conmigo y mi familia. En verdad es un miembro de la misma. Así lo conoce mi marido que le llama : “tu hermano sudamerikano”. Nos divertimos mucho contando a los niños acerca del gigante de los mares noruegos, el Kraken, de la “Sicurí”amazónica y del puma-pez del Lago más alto del mundo , el Titikaka.

Ramiro nos dijo que estaba completando una investigación que superaba las leyendas de Leif Erikson, el vikingo que fundara Vinland, en lo que hoy es América, el siglo XI de nuestra Era. Sin descartar los viajes a la Polinesia, probados por el Kon Tiki de Thor Hayerdal, sostiene Ramiro que los Tiwanakenses, tenían relaciones comerciales y culturales con nuestros abuelos, recibiendo asesoramiento militar y náutico de los vikingos, a cambio de conocimientos astronómicos y de tecnología agroecológica de los tiwanakenses. O sea que nuestra hermandad sería muy antigua.

Para quienes lo conocen, sigue siendo el mismo apasionado luchador y poeta.

Hay que apuntar que, además de ser parlamentario de grandes dotes, se destacó como brillante catedrático, mereciendo honores y jefaturas, pero sobre todo el respeto y afecto de sus discípulos, algunos ahora destacadas personalidades o autoridades académicas, políticas, judiciales, administrativas; asimismo, el cariño de campesinos, mineros y trabajadores en general, a quienes sirvió y sirve con el mismo fervor que cuando lo conocimos.

Perdí el rastro de este gran poeta y revolucionario ejemplar, durante mucho tiempo. Se resiste a abrir un portal en las redes sociales.
“Puede que sea un anacronismo de dinosaurio sobreviviente, pero prefiero el apretón de manos, el mirarte a los ojos, el palpar tu presencia, con la alegría de un reencuentro, después de haberte extrañado con el intenso miedo de una ausencia sin final, a tenerte hasta en la sopa, inasible sombra de realidad virtual prefabricada o las sonrisas congeladas en el WathsApp. No quiero renunciar a la intimidad a que estamos destinados los poetas” me diría cuando lo redescubrí tras una breve pero intensa semblanza publicada en el diario La Razón de La Paz, bajo el título :”El poeta del Pachakuti”, que retrata la esencia de Ramiro Barrenechea, porque el máximo título que recibió fue, como lo dice en Dos Alas del mismo vuelo, el de poeta. Y el Pachakuti, en lengua andina es la totalidad que vuelve, es decir las glorias del Tiwanaku, que reinauguran la luz para su pueblo, según Ramiro.

Otro comentario publicado en el diario Los Tiempos de Cochabamba, por Ramón Rocha Monroy, celebrado escritor boliviano, bajo el título: Ramiro Barrenechea: Militante, retrata otra faceta intensa de Ramiro, revolucionario a tiempo completo: su entrega sin límites a la causa de la liberación nacional y social.

Ambos cometarios difundidos por Internet, llegaron a mi PC-laptop de aventurera en el territorio inexplorado de los sueños, porque se presentaba públicamente, en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz, Dos Alas de un mismo vuelo, esa hermosa captura del tiempo en una “prosa deslumbrante, poética”, como sostiene Carlos Soria Galvarro, en el prólogo, obra que recibí, con mucho placer, en una copia digital que ya fue entregada a editores amigos, pues constituye una pieza imperdible para la literatura política e histórica de cualquier parte del mundo.

Ese destello casual, me hizo buscar, en el Internet, más datos sobre Ramiro Barrenechea Zambrana y ¡albricias! Encontré (Google mediante) varias páginas web y muchísimas entradas bajo su nombre. Aunque en varias páginas se ofrece sus libros, especialmente Ordalía Inconclusa, pude bajar de Youtube la versión completa de la misma, interpretada por el grupo musical Kalasasaya. Yo conocí la primera versión, todavía artesanal (que no sé si se conserva en algún archivo de los conspiradores de entonces). Producida por un grupo dirigido por Mario Velarde Kremser, joven comunista, discípulo incondicional y admirador de Ramiro, con quien cultivé una amistad muy estrecha, pues me sirvió de guía e introductor en la mágica realidad boliviana y en la poesía de Ramiro. Infelizmente murió en el exilio poco tiempo después, dejándonos, sin embargo, la memoria de un verdadero trovador y combatiente.

Se puede acceder a la información bibliográfica de una parte de su poesía, de sus trabajos académicos y políticos y lo que me despertó viejas emociones revolucionarias, es que alguien “colgó” el folleto que me entregara en La Paz. Ciertamente como lo pronosticara , el proyecto de la UDP, quedó sin masas ni poder, porque no se animó hacer lo propuesto por Ramiro y sus camaradas: aplicar su programa y cambiar revolucionariamente la situación.

Como siempre, la historia es implacable. Ramiro registra el pensamiento de un escritor español, que viene a cuento: “Tener la razón antes de tiempo, es peor que no tenerla”.

Por esta vía pude comunicarme virtualmente, con Ramiro, al que había buscado infructuosamente, las dos recientes veces que estuve en Bolivia.

Me transfirió, por Internet, dos libros suyos: Sociología y Derecho Agrario, que me parecieron sólidos aportes al conocimiento de la realidad, desde una óptica marxista y Grimorio, un libro de poesía desconcertante pero conmovedor. Imágenes audaces hacen del lenguaje un vehículo de comunicación que supera a la palabra. Quizá un amargo recuento de las formas, de la exterioridad, que esconde los demonios del alma. El capítulo Faro infinito, contiene tres poemas extensos: Ortodoxlíberos, camaradas de fuego imprescriptible que, en lenguaje coloquial, describe con pinceladas maestras, precisas, a los héroes olvidados de la gesta que comprometió sus vidas y que puede florecer, con colores un tanto diferentes a los soñados, como una posibilidad de concretar la utopía.

Se trata de: Eduardo Campero, Brus Soria, Fernando Fuentes, Carlos Soria Galvarro, Gabriel Carranza, Roberto Arze, Roberto Arnez, Emil Balcázar, Gustavo Giácoman, Juan Coronel, Remberto Cárdenas, nombrados en el poema por sus pseudónimos de guerra, los camaradas, hermanos, que encarnan (“a todos en los doce”) a los combatientes que sembraron el futuro de la revolución y siguen cultivándola con la pasión de sus mejores años.

Como epígrafe, que antecede al poema, Ramiro reproduce las palabras de uno de los más importantes poetas del surrealismo francés, Louis Aragón, quien nunca ocultaría su militancia comunista:

“A pesar de todo lo que llegó a separarnos/ oh amigos de entonces sólo os veo a vosotros/ y en mi memoria recorrida por un estremecimiento/conserváis siempre la mirada de antaño”

Ramiro dice que de las manos de la poesía para descubrir lo imposible y de la política para hacer posible lo imposible se puede culminar la utopía revolucionaria y le creo.

El otro Heterodóctilos, argonautas de la /UTAC/ utopía subversiva, retrata la Unión de Trabajadores del Arte y la Cultura y destaca su histórico compromiso con la revolución boliviana, desde la lucha clandestina y el sacrificio de una generación. Discurren en la nave de UTAC, como en un largometraje zepia, pero brillante, los mejores artistas bolivianos. Grandes cineastas como Jorge Sanjinez, Oscar Soria, novelistas de la calidad de Néstor Taboada (Académico de la Lengua), Ramón Rocha, René Bascopé, Rubén Vargas o poetas como Hilda Mundi, Julio de la Vega, Heliodoro Ayllón, Jorge Calvimontes, Guido Orías, Mercedes Ávila, Igor Quiroga, Humberto Quino, Jorge Campero, Marcelo Arduz (Académico de la Lengua),Marcelo Urioste, Álvaro Diez y Astete, Jaime Niatahuss, Rafael Archondo, Gabriela Arce, Antonio Otazo (Freddy Saavedra). Ensayistas como José Roberto Arze (Académico de la Lengua y de la Historia),Ángel Tórrez (Académico de la Lengua) , músicos como Alfredo Domínguez, Luis Rico, Ernesto Cavour, Matilde Casazola, artistas plásticos como Fausto Aois, Atilio Carrasco, Edgar Arandia, Ronald Roa, Silvia Peñaloza, Jaime Sevillano (Mimo), que constituyen la constelación más destacada de la cultura de Bolivia y del continente.

Y finalmente Natural como el milagro, homenaje al mentor de su grupo íntimo de exploradores y guerreros, Hugo Arze.

Otra versión digital llegó a mi correo con un precioso libro de poemas: El eterno milagro, lleno de riquísimas metáforas e imágenes poéticas dignas de las mejores plumas en lengua española pero, como toda la obra de Ramiro, profundamente humanas, conmovedoras, haciéndonos vibrar con el temblor de una caricia, el fuego invencible de un beso. Como sólo puede hacerlo una poesía de altos kilates. Reinventa el amor y nos muestra sus infinitas expresiones. No faltan profundas pinceladas sobre la derrota moral de algunos jóvenes de grandes ciudades (“un cristo caído”) o gritos estéticamente hermosos, en defensa de Cuba y la revolución (“Helms-Burton”).

Su obra poética está insuficientemente difundida, “la poesía no es negocio para los mercaderes de la literatura y mucho menos la de un comunista” me diría una vez y es cierto.

Recorriendo la feria de libros usados que existe en el Mercado Lanza de La Paz (una suerte de mercado de las pulgas, que conocí guiada por Ramiro, el entonces Ministro, habitúe del lugar), obtuve textos imposibles de ser conseguidos en otro lugar. En mi reciente visita a Bolivia, descubrí un precioso libro, con tapa de la página iluminada de un códice persa: Divinae infernaliae. Contiene poemas que, sin dejar de llevar el sello de su autor, nos recuerdan el tono filosófico y de profundo lirismo de los suras. Ommar Kayyam parece discurrir por la pluma de Ramiro Barrenechea, quien nos embriaga con sutileza y misteriosas pócimas metafóricas.

Entre ellos destaca una sentencia condenatoria contra los autores de la Tormenta del desierto, esa crueldad suprema con “armas convencionales” quemando, para siempre, el antiguo “paraíso terrenal” o el magnífico palacio de Las Mil y una Noches y Zserezada o los Jardines colgantes, maravillas del mundo, que hace exclamar al poeta:”Ojalá hubieran humeado solamente los hongos de Hiroshima en el Palacio de Harún-Al-Rashid (…) No era necesaria tanta “bondad” Si podían matarnos de una vez, con doscientos mil megatones ¿Para qué tenernos, expuesta y despedazada carne, inútil al gusano y jamás ceniza incandescente en el desierto?” Patético e irónico alegato que hiere lo más hondo de la conciencia humana.

Cuando pregunté a los actuales miembros del Partido Comunista de Bolivia, por qué no publicaban la obra completa de Ramiro Barrenechea Zambrana, que tanto aportó con su lucha y su palabra a la revolución boliviana, escuché las mismas razones que las contenidas en el index librorum prohibitorum de la inquisición papal.

Cuando pregunté a los ministros y parlamentarios que conocieron y compartieron o aprendieron a combatir con Ramiro, quien fue uno de los más importantes constructores de los sindicatos campesinos del Chapare y de los Yungas de La Paz y de la “revalorización” de la hoja de coca, trajeron a colación un episodio que no borra su vida dedicada a la revolución y a la poesía: un apoyo circunstancial de su partido el Eje Pachakuti, a través de su Dirección Nacional, al candidato del nacionalismo liberal, que ganó las elecciones, desde el poder.

Le pregunté por qué no aclaraba ese episodio que contribuyó a salvar valiosísimas vidas (y también un proyecto revolucionario) pues yo tuve oportunidad de conocer el testimonio de varios protagonistas, Ramiro me dijo: “Alguna vez alguien esclarecerá ese episodio, cuando no sea una delación. Por el momento, no aclaro nada, pues quienes me conocen y saben de mi trayectoria, dirán con seguridad: ha debido tener sus buenas razones (“París bien vale una misa”) Si no no me conocen y respecto a los que no me conocen no me alcanzarían el tiempo ni los medios para aclarar sus dudas. Pero unos y otros pueden constatar que el asunto no me benefició personalmente en absoluto y si son honestos deberán presumir que existen causas no reveladas aún por razones superiores al interés de guardar prestigios y honores individuales”.

Como no estoy autorizada a revelar sus buenas razones, sólo menciono, para mostrar la fibra de que está hecho Ramiro, un acontecimiento público, de los muchos de tal naturaleza, que fue registrado en la prensa boliviana e internacional: En una interpelación al Ministro de Gobierno Sanchez Berzaín, cuando Ramiro, como Diputado, desnudaba con voz firme y bien fundamentada, la corrupción y los actos criminales de aparatos de represión política, el interpelado se puso de pie y de espaldas para decir teatralmente: “señor diputado, le ofrezco mis espaldas, son anchas y fuertes, dispare sobre ellas, que son la coraza que protege al Estado”.

Ramiro Barrenechea Zambrana replicó inmediatamente: “Si ese es su deseo, muestre la cara, pues si habría de dispararle lo haría de frente, entre ceja y ceja, para defender la justicia y la libertad. Pues tengo buena puntería”. Ese mismo Ministro, le acusó públicamente de ser “Cajero” de un grupo guerrillero, mencionando un hecho en el que participó Ramiro. El aludido (para el que sus detractores habían pedido “desafuero” parlamentario y juicio condenatorio, por presunta vinculación con el terrorismo) hizo pública una carta en la que un prisionero que requería documentos probatorios que se encontraban en su caja de seguridad en un Banco de Lima-Perú, le pedía esa gestión a Ramiro, quien, con los miembros de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, había visitado a los presos en la cárcel de alta seguridad de Chonchocoro-La Paz y ante las quejas de los reclusos porque, presos en lugares distantes a los de su origen, estaban impedidos de acopiar pruebas de descargo, los diputados ofrecieron su mediación para trasladarse a tales lugares y conseguir las pruebas. El Diputado Ramiro Barrenechea Zambrana del Eje Pachakuti, asumió el compromiso más riesgoso: viajar a Lima a conseguir esas pruebas. Lo hizo. El prisionero (Alain Misile) pronto fue liberado y retornó a su país: Francia. Barrenechea publicó no sólo la carta, sino el Poder Notarial que recibió del preso para, a su nombre y usando sus llaves, acceder a la caja de seguridad en ese Banco limeño. Algo que ni sus defensores, ni abogados, ni diplomáticos, se animaban a hacer, por el riesgo que ello implicaba. “No tengo nada que esconder. Es lo mínimo que puede hacer un Diputado Nacional. Para eso tiene el mandato popular y goza de inmunidad”, diría Ramiro.

De ello se valieron después los organismos de represión, para una milimétrica y sañuda persecución contra Ramiro Barrenechea y hasta un sospechoso grupúsculo, atribuyéndose el mandato de movimientos revolucionarios, sin tenerlo, trató de chantajearlo, con amenazas de muerte a él y su familia, imaginando tal vez, aprovechar de un “botín” inexistente. También denunció las torturas a guerrilleros y otros combatientes presos y “juzgados” sin respetar garantías y derechos protegidos por la Constitución y por los Tratados internacionales, investigando a policías, fiscales y jueces comprometidos con estas violaciones y sentando las bases para que los afectados recuperaran su libertad, entre ellos, destacados y principales protagonistas de la historia contemporánea de Bolivia (como el actual Vicepresidente del Estado Plurinacional). Su informe presentado a nombre de la Comisión de Derechos Humanos

de la Cámara de Diputados, es un documento único, por ser institucional del poder legislativo y por la minuciosidad y la valentía con que realiza la investigación y hace las denuncias, así como la acusación formal contra los represores. Existe una publicación oficial, difundida internacionalmente. Es fuente de la historia de las luchas revolucionarias en el mundo.

No obstante que el “pudor” de los que dirigían el Parlamento, eliminó muchos pasajes escabrosos, a tiempo de publicar este documento, ha quedado una copia completa del mismo, en el Archivo del Congreso de Bolivia y otra en los papeles personales de Ramiro.

Como responsable de la investigación, Barrenechea convocó a los torturadores, fiscales y jueces venales, puestos en el banquillo del acusado , para esta vez ser interrogados, en una insólita acción oficial, que motivó protestas y amenazas de éstos contra quien se “atrevía” a tratarlos como a reos, teniendo ellos la protección de poderosas redes que excedían el poder y las fronteras del país. Recibió amenazas, en plena Audiencia y fuera de ella, que Ramiro supo responder con valentía y dignidad. Después tendría que enfrentar las consecuencias de tal “osadía”.

Todo ello está testimoniado en los archivos del Congreso y en la prensa boliviana y extranjera.Pero, extrañamente, nadie lo destaca.
Comprendemos las razones de Ramiro para su silencio, aunque no compartimos el manto gris con que se quiere nublar su figura.
Me recuerda a mi padre que luchó en la resistencia a las tropas de ocupación hitleriana y que fue denostado por algunos coterráneos, a raíz de un pacto con Quisling que escondía un propósito: infiltrase en las redes del gobierno títere, para participar en el sabotaje que redujo a escombros la fábrica Telemark, planta de Vermork ( Rjukan) en la que los nazis estaban fabricando agua pesada, para producir la bomba atómica que habría cambiado no sólo elcurso de la guer ra, sino la historia de la humanidad. Como él varios héroes anónimos fueron acusados de “colaboracionistas” por quienes no los conocían o ignoraban su consecuencia en la lucha, cuando, en verdad, cumplieron una misión que no podía ser publicada y que quienes la conocieron, como el legendario Gunnar Sonsteby, al que ayudó mi padre en varias misiones, nunca dejaron de valorar. El silencio y el anonimato de tales acciones, no desmedra la magnitud de ese acontecimiento histórico. Por eso mi orgullo es más profundo que si hubiera caído en manos de los nazis o de sus sucesores “democráticos” por revelar el secreto.

Es una metáfora de grandeza que escribe el poeta, sin usar la pluma.*

“No soy amigo de las cábalas y los calendarios, pero quise elaborar una compilación de mi poesía, a los 50 años de la primera publicación en ese género, salida de mi pluma. No se pudo. Me confesó sin quejarse: no encontré un Mecenas y mi pensión de profesor universitario jubilado no puede financiar esos excesos”.

Me he propuesto tramitar, entre sus amigos y camaradas, una publicación como se merece, pero sin fecha fija.

Ahora me dice que tiene listos los originales de la recopilación, como celebración de su septuagésimo aniversario.

Entregué a mi hija esos textos. Ella, conocedora de la obra de Ramiro Barrenechea, ha decidido incluir un estudio sobre la misma en su tesis doctoral sobre literatura latinoamericana.

Sea cualquiera el editor, la noticia me impulsa a escribir estas líneas, para destacar una de las más claras aportaciones a la revolución democrática y cultural que se proclama y a la revolución armada también, que no es solamente un canto de circunstancias, sino el testimonio de una vida entregada, por completo, a la lucha por la emancipación nacional y social del admirable pueblo boliviano y a mostrar el camino a todos los pueblos del mundo.

En medio de este artificial silencio, merece ser destacada la publicación de un poema de Ramiro Barrenechea Zambrana en una Antología Mundial de la Poesía, publicada en varios tomos, hace más de 15 años y la reciente, conmemorativa del Che Guevara, con obras de los más destacados poetas de tres continentes “Coro en llamas….”, publicada en México, donde se registra un poema de Ramiro Barrenechea, seleccionado entre medio centenar de autores bolivianos que escribieron sobre el gran líder revolucionario.

Más de una vez me dijo que la poesía no admite prólogos. Si no puede comunicarse ella misma, ninguna explicación de expertos abrirá sus claves. Es una experiencia estética singular, un diálogo entre el autor y el lector, a menos que se trate de subsumirla en las reglas y normas que rigen la exterioridad, el ropaje de la poesía.

“Otra cosa es que se cuente la biografía o el prontuario de su autor”, igual que lo que ocurre con los hijos. No valen por cómo se los defina genéticamente o por las apariencias, sino por lo que son y uno los ama a todos, por ser tu prolongación y espejo para siempre”, diría con firmeza.

Estas líneas no tienen la intención de constituirse en prólogo, quieren ser el cuento emocionado del origen y filiación profundamente humanos de la poesía y la lucha política de Ramiro Barrenechea Zambrana, es decir, de su “modo de existir”.

Al finalizar esta breve estampa de Ramiro, no resisto a la tentación de mencionar un dato conmovedor por la ternura que encierra. Cuando aludí, de modo festivo, lo largo de su nombre, me dijo: “Ni por vanidad ni por diferenciarme de presuntos homónimos, incluyo siempre el apellido de mi madre. Es que nadie, con mayor profundidad y esencial presencia, puede expresar mi identidad. No en desmedro de mis vínculos afectivos con mi padre, Rafael, quien murió a los 33 años, siendo yo un niño todavía y del que heredé, sin duda, genes de artista y apasionado combatiente, como él era, sino porque mi madre María Luz y mi abuelo Cástor, compusieron, con ternura y paciencia, mis alas libres y fuertes, cuyo vuelo ellos asumieron, como suyo, con gran amor y orgullo, sin amilanarse por su osadía”.

Alesund, 27 de Noviembre de 2013
Margitta Nygard

¿Dónde llegará esta carta, ahora que mi ajayu ha quedado viudo de ti? – enlace a la respuesta de Ramiro, al texto de Margitta Nygard

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